A los que sienten que el final de una civilización no es el fin del mundo;
A los que ven la insurrección, sobre todo como una brecha dentro del reino organizado de la necedad, la mentira y la confusión;
A los que adivinan, detrás de la espesa niebla de “la crisis”, un teatro de operaciones, maniobras y estrategias y por tanto la posibilidad de un contraataque;
A los que asestan golpes;
A los que acechan el momento propicio;
A los que buscan cómplices;
A los que desertan;
A los que aguantan con firmeza;
A los que se organizan;
A los que quieren construir una fuerza revolucionaria, es decir: revolucionaria porque es sensible;
Esta modesta contribución a la inteligencia de este tiempo.
Depílogo: algunas reflexiones de lxs editorxs
Sentimos que también hace falta incluir una perspectiva desde las mujeres y las personas que no se reconocen como hombres. Tratamos aquí de rescatar lo que más nos emocionó en el texto, lo que nos generó reflexiones fértiles, lo que nos dio la sensación de poder avanzar. “Las insurrecciones, finalmente, han venido”. Vinieron en las plazas y en las calles de muchos rincones del mundo. Y en este territorio donde se da por establecida la victoria del capitalismo, las expresiones de rebeldía popular han ido creciendo. La movilización social tomó más fuerza en el 2008 con la Minga indígena; en el 2011 fuimos a las plazas a reivindicar el derecho a la educación con la MANE; en el 2013, el Paro Agrario desbordó la cuna de las organizaciones sociales reconocidas y miles de personas se reunieron día tras día en la Plaza de Bolívar y en muchos otros lugares para reivindicar al sector agrario. En 2017 el pueblo de Buenaventura se tomó la calle con barricadas, recordando al mundo que pueden parar parte de la economía por unos días. Así mismo nos tomamos las plazas y las carreteras muchas veces más, sintiendo la rabia colectiva y compartiendo la alegría que estos momentos producen, cuando enfrentamos juntas una situación común. Al volver de las plazas, muchas nos hemos preguntado ¿y ahora qué?, y nos hemos ido de a poquito aburridas de las asambleas. Seguimos con la sensación de no lograr exceder estos espacios que al fin y al cabo buscan negociar con el Estado. El Comité Invisible, nos propone devolverle a la insurrección su contenido de cólera y alegría, y romper con el mito de la legitimidad democrática para asumir el carácter emocional, múltiple y profundamente subjetivo de nuestra fuerza. Y dejar la angustia de lo imprevisto a quienes gestionan el capitalismo. Si queremos construir una fuerza capaz de derribar las lógicas sobre las que se estructura este mundo, esto requiere relaciones más profundas y sinceras, implica asumir los conflictos internos como parte de la riqueza y la vitalidad de nuestros procesos. Tenemos que pensarnos cómo mantener un análisis y accionar radical, sin construirlo de espaldas a las diversas formas de enfrentar las realidades. Aquí, la organización material de los movimientos es incomparable con la que deriva del desarraigo territorial europeo. Lo podemos medir cada vez que un paro bloquea el país y organiza la alimentación de miles de personas taponando las carreteras. Pero todavía falta mucho camino. Queremos acabar con las hidroeléctricas pero necesitamos de ellas para tener luz; queremos acabar con la explotación petrolera pero nuestro día a día depende del petróleo y sus derivados; queremos cerrar las carreteras, pero debemos a éstas el intercambio y flujo de alimentos. Está claro que no habrá una perspectiva revolucionaria seria, mientras esto signifique penuria. De manera que sólo si desarrollamos la autonomía alimentaria y territorial, el reconocimiento y la recuperación de los saberes para solventar las necesidades básicas, volveremos a tenernos confianza, romperemos la dependencia y dejaremos de tenerle miedo a un cambio profundo. La realidad de las luchas campesinas, indígenas y afro-descendientes por la autonomía y la libertad, hacen de la “comuna” un concepto real y concreto, al ser formas de pararse juntas ante el mundo para defender la vida y el territorio. Y es precisamente donde se encuentra el poder del diverso movimiento social colombiano. Sin embargo, para evitar aislarse y no ceder a los individualismos y particularismos, se hará necesario seguir profundizando los vínculos y la integración entre las comunas, organizaciones populares, pueblos organizados, regiones en rebeldía. Esto no es más que una pincelada de los temas por debatir, de lo que tendremos que trabajar, deconstruir, mejorar o inventar. Ojalá podamos encontrarnos para seguir confrontando los puntos de vista e ir dibujando una perspectiva común.